Una propuesta para comunidades sin Eucaristía – Fritz Lobinger
¡los curas que nuestras comunidades necesitan!
Esta cuestión se sitúa en el contexto de los ministerios eclesiales, que están
al servicio de las comunidades, a través de las cuales, de verdad, Cristo
continúa ejerciendo su ministerio, suscitando la Iglesia, renovando para ella el
don de su vida por la palabra y por la Eucaristía.
La cuestión de los curas necesarios y adecuados para los miles de
comunidades que carecen de ellos se debe mirar, ante todo, con mucho
amor. En primer lugar, por los curas que ya tenemos y queremos valorar aún
más.
Además, se ha de mirar con responsabilidad. Porque de ella depende la vida
de la Iglesia. Es deseo de Cristo dotar a su Iglesia de suficientes ministros.
Es derecho de las comunidades contar con los ministros que les sirvan los
misterios de Cristo.
Por último, se ha de mirar con apertura de espíritu. Dios abre caminos para
que la Iglesia cumpla su misión. El caminante, de repente, se encontrará con
caminos nuevos, con los cuales ni siquiera había soñado, abiertos por el
Espíritu, que es Señor y Vivificador.
He aquí la propuesta: además de los curas que ya tenemos, contar con
curas ordenados en las comunidades, en equipos, siendo acompañados,
formados y orientados por los curas actuales, que de ese modo no serían,
de ninguna manera, dispensados de su ministerio y de su misión, sino
que serían valorados aún más, como responsables de la promoción y
formación de los “curas de las comunidades”.
La constitución de pequeños equipos de curas tendría como finalidad el
apoyo mutuo entre ellos, el estímulo para su crecimiento y la distribución de
tareas para mejor servir a la comunidad.
Una propuesta sintonizada con la tradición de la Iglesia y abierta a la
renovación suscitada por el Espíritu, con el objeto de proveer a las
comunidades de equipos de ministros que, además de la palabra y de la
animación pastoral, celebren en plenitud el misterio de la Eucaristía,
administrando a las comunidades la riqueza de la gracia del Señor.
De esa manera, la Iglesia continuaría contando con los curas actuales, que
serían aún más valorados, y contaría con equipos de curas ligados directa y
permanentemente a las comunidades.
Esta propuesta, presentada en este libro, fue largamente madurada por Dom
Federico Lobinger, un obispo europeo que ejerció su ministerio en África del
Sur y que aquí comparte sus esperanzas con simplicidad y confianza.
Dada la importancia del asunto, vale la pena reflexionarlo con atención y
llevarlo a la ponderación de todos los que se sienten responsables de la vida
de la Iglesia.
Es la intención de esta publicación, que ahora se pone al alcance de los
lectores. Jales,
¡los curas que nuestras comunidades necesitan!
Esta cuestión se sitúa en el contexto de los ministerios eclesiales, que están
al servicio de las comunidades, a través de las cuales, de verdad, Cristo
continúa ejerciendo su ministerio, suscitando la Iglesia, renovando para ella el
don de su vida por la palabra y por la Eucaristía.
La cuestión de los curas necesarios y adecuados para los miles de
comunidades que carecen de ellos se debe mirar, ante todo, con mucho
amor. En primer lugar, por los curas que ya tenemos y queremos valorar aún
más.
Además, se ha de mirar con responsabilidad. Porque de ella depende la vida
de la Iglesia. Es deseo de Cristo dotar a su Iglesia de suficientes ministros.
Es derecho de las comunidades contar con los ministros que les sirvan los
misterios de Cristo.
Por último, se ha de mirar con apertura de espíritu. Dios abre caminos para
que la Iglesia cumpla su misión. El caminante, de repente, se encontrará con
caminos nuevos, con los cuales ni siquiera había soñado, abiertos por el
Espíritu, que es Señor y Vivificador.
He aquí la propuesta: además de los curas que ya tenemos, contar con
curas ordenados en las comunidades, en equipos, siendo acompañados,
formados y orientados por los curas actuales, que de ese modo no serían,
de ninguna manera, dispensados de su ministerio y de su misión, sino
que serían valorados aún más, como responsables de la promoción y
formación de los “curas de las comunidades”.
La constitución de pequeños equipos de curas tendría como finalidad el
apoyo mutuo entre ellos, el estímulo para su crecimiento y la distribución de
tareas para mejor servir a la comunidad.
Una propuesta sintonizada con la tradición de la Iglesia y abierta a la
renovación suscitada por el Espíritu, con el objeto de proveer a las
comunidades de equipos de ministros que, además de la palabra y de la
animación pastoral, celebren en plenitud el misterio de la Eucaristía,
administrando a las comunidades la riqueza de la gracia del Señor.
De esa manera, la Iglesia continuaría contando con los curas actuales, que
serían aún más valorados, y contaría con equipos de curas ligados directa y
permanentemente a las comunidades.
Esta propuesta, presentada en este libro, fue largamente madurada por Dom
Federico Lobinger, un obispo europeo que ejerció su ministerio en África del
Sur y que aquí comparte sus esperanzas con simplicidad y confianza.
Dada la importancia del asunto, vale la pena reflexionarlo con atención y
llevarlo a la ponderación de todos los que se sienten responsables de la vida
de la Iglesia.
Es la intención de esta publicación, que ahora se pone al alcance de los
lectores. Jales,
INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN BRASILEÑA
UNA PROPUESTA MADURA A LA ESPERA DE UNA RESPUESTA
URGENTE
Pbro. Antonio José de Almeida
“De acuerdo con la tradición más antigua de la Iglesia, quien preside la
comunidad preside también su culto, particularmente la celebración de la
Eucaristía, y no al revés. Los ministros no-ordenados, sin embargo, no pueden
presidir la celebración de la Eucaristía y, en ese caso, las comunidades deben
recurrir a los servicios de un ministro ordenado, el cual, en general, por más
disposición que tenga de insertarse en la comunidad, dada la extensión de las
parroquias y el volumen de los trabajos que debe realizar, permanece, en gran
medida, como un extraño a la vida de la asamblea. ¿Cómo encaminar una
solución a esa problemática, sobre todo si consideramos que las reglas que
presiden la organización de los ministerios ordenados dependen,
sustancialmente, del consenso universal de las Iglesias, mientras que las
relativas a los ministerios no-ordenados están confiadas, en altísima
proporción, a la discreción de las Iglesias locales y, en América Latina, a la
iniciativa de las mismas comunidades eclesiales de base?
TODO EL CONTENIDO EN (doble clic en ) http://www.proconcil.org/Docum/2009/CURAS%20%20DEL%20%20MA%D1ANA.pdf
